Hace unos días escuché con mucha atención el pleno del Congreso de los Diputados (que ya hay que tener ganas) cuyo tema principal fue la Invasión de Ucrania por las tropas de la Rusia de Puttin. Entre las condenas de lo más, alguna que otra objeción de los menos, nuestro ínclito presidente nos lanzó un mensaje alto y claro, que no fue otro que este es un conflicto grave, que será largo, y que exigirá sacrificios… en fin…
Que esto es un conflicto grave salta a la vista, que exigirá sacrificios también, pero lo que no tengo tan claro es quién va a hacer esos sacrificios, quién va a pagar esos costes… pensándolo bien, sí tengo claro quién va a pagar los platos rotos. Nosotros, los de siempre. Hay algo que es, como decimos en el sur, “le´vangelio”: las guerras las inician los de arriba y las pagan los de abajo. Nosotros ponemos a nuestros hijos para que sean carne de cañón, a nosotros nos caen las bombas encima, pasamos privaciones, hambre, mientras ellos se meten en sus búnkers con sus familias para que la máquina de hacer negocios siga funcionando.
¿De nuevo exagero? Quizás, ojalá sea así… pero cuando miro a mi alrededor solo veo lo que veo… ¿Cuánto ha subido la electricidad, la gasolina, la cesta de la compra…? ¿cuánto han bajado la calidad de los servicios públicos, de la sanidad especialmente? ¿cuánto han bajado los impuestos? ¿cuánto ha subido mi sueldo?
La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan
Erich Hartman
Aún no ponemos los muertos (espero que nunca los pongamos), pero ya sufrimos las consecuencias. Aún no caen bombas sobe nosotros, pero cada día recibimos andanadas económicas que nos dejan tocados.
Esperemos que nuestros dirigentes tomen medidas. Les propongo una: bajen los impuestos que gravan la energía… no, eso no, que se sigan sacrificando, como han hecho siempre, que para eso están.
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